miércoles, 17 de mayo de 2017

La obediencia a Dios.




La obediencia a Dios"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama, y el que me ama será amado por mi Padre, y yo le amare y me manifestare a él” (Juan 14:21).

¿Que entendemos por obediencia a Dios?

La obediencia a Dios es rendirnos a su voluntad, para ello es necesario que lo amemos con un corazón puro y agradecido. Cuando amamos a Dios de esa manera deseamos someter nuestra voluntad a la de él, no hay nada que queramos hacer si con ello nos apartamos de su presencia, deseamos en todo tiempo agradarle, y nuestro deleite es poder conocerle cada día más, solo conociendo su infinito amor y bondad es que aprendemos amarle y a obedecerle.
Para llegar a conocer al Padre debemos conocer a su Hijo Jesucristo, pues él representa el único camino que el mismo Padre Celestial en su gran amor nos proveyó para que podamos venir a él, por eso Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre, sino por mi” (Juan 14:6). 
Ahora bien, para conocer a Jesucristo, primero debemos recibirlo en nuestras vidas, aceptarlo y confesarlo como muestro Salvador, creer que Jesús vino al mundo a darse  así mismo por toda la humanidad y darnos la salvación y vida eterna. Al creer en esta verdad, el amor de Cristo entra en nuestra vida y comenzamos a andar en su luz, y ese amor nos lleva a querer obedecerle en todo momento. Jesús dijo: "El que me ama, mi palabra guardará”; “Si me amáis guardad mis mandamientos”. (Juan 14:15-23).
El ser obediente y  guardar los mandamientos del Señor, implica que debemos dejar a un lado nuestros propios deseos y someternos a la perfecta voluntad de Dios; conocemos la voluntad de Dios porque esta revelada en su Palabra, allí están no solo los mandamientos que debemos cumplir, sino que están las instrucciones acerca de la manera como él quiere que andemos, el desea que caminemos dignamente, agradándole en nuestra manera de vivir.

Algunos se preguntaran si es posible que los seres humanos podamos vivir sometiendo nuestra voluntad a Dios? La respuesta es sí podemos, pero solo por medio de nuestro Señor Jesucristo. Jesús venció el pecado y ya no tenemos que ser esclavos del pecado, al aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador dejamos de estar bajo la autoridad del pecado.
Ahora Cristo vive en nosotros por medio del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo quien nos da el poder y el dominio propio para vencer toda tentación de pecado que llega a nuestras vidas, él nos dará la victoria sobre todo pecado, como el adulterio, fornicación, inmundicia sexual, homicidios, borracheras, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, y cosas semejantes a estas. 
 
En  Cristo crucificamos todos nuestros deseos y pasiones y comenzamos andar en el fruto del espíritu, que es amor, gozo, paz, benignidad, paciencia, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Al estar llenos del espíritu podemos someternos a la perfecta voluntad de Dios, llevando una vida en obediencia a Él.
Conclusión

Obedecer a Dios es la mayor virtud que podemos desarrollar en nuestra vida, para ello debemos dejar a un lado el orgullo y la soberbia, renunciar a nuestros propios deseos y pasiones, y lo más importante amar a Dios con todo nuestro ser. Dios bendice a quienes lo obedecen.

lunes, 20 de marzo de 2017

“EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA ES EL TEMOR DE JEHOVA”. PROVERBIOS 1:7.





¿Qué es el temor de Dios?


El temor de Dios es una actitud de reverencia y respeto hacia Dios,
capacita al hombre para andar en sabiduría, y vivir en santidad, justicia y verdad, al  tomar conciencia de que Dios es nuestro Creador que nos ama con profundo amor y que su único deseo es otorgarnos la vida eterna. A partir de ese conocimiento el hombre solo desea apartarse del pecado y vivir para agradar a Dios en todo lo que haga.

El temor de Dios actúa positivamente sobre la conciencia del hombre, confrontándolo constantemente con sus decisiones y comportamientos. Sin el temor de Dios el hombre se desenfrena y termina cayendo en el pecado, lo cual le acarrea, irremediablemente, dolor, sufrimiento y pena. Pero cuando el hombre da lugar al temor de Dios en su vida, se sensibiliza para alejarse de situaciones, personas, deseos y prácticas pecaminosas, lo cual lo libera de los efectos perjudiciales que acarrea el pecado, al mantenerlo apartado de éste.


Veamos algunos versículos bíblicos del libro de Proverbios que nos hablan  acerca del temor de Dios.


 Proverbios: 8:13     

El temor de Dios es aborrecer el mal.  Dios desea producir en nuestros corazones un aborrecimiento profundo hacia el pecado y un amor por hacer lo bueno.

Dios aborrece el pecado, lo juzga y lo retribuye con justicia. Si tememos a Dios, aborrecemos el pecado. Nuestro amor y respeto por Dios nos hace aborrecer lo que el aborrece. Esta conducta no es producto de una religiosidad neurótica, o fanatismo pernicioso,  ni tampoco es reflejo de nuestra cultura. Nace de estar tan cerca de Dios, tan sintonizado con su carácter, que amamos lo que él ama y detestamos lo que él detesta. Si no sentimos verdadero temor hacia Dios, no tendremos convicción de pecado y terminaremos siendo indiferentes e insensibles al mal, cauterizando nuestra conciencia ante el pecado, enturbiando el sentido moral del bien o del mal.


Proverbios: 9:10        

El temor de Dios es sabiduría. La sabiduría nos llevará a ser precavidos y evitar meternos en situaciones que puedan inducirnos a pecar. El temor a Dios implica reconocer la grandeza, soberanía, señorío, autoridad y poder que él tiene. Hasta que comprendamos quien es Dios y desarrollemos un temor reverencial hacia él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría, la cual sólo procede del entendimiento y conocimiento de quién es Dios. Una vez que conocemos a Dios, desarrollamos el temor a vivir fuera de su cobertura, temor a vivir fuera de su voluntad, temor a defraudarle si le desobedecemos, es un temor que nos permite acercarnos cada vez más a él, reconociendo y aceptando su señorío y autoridad en nuestras vidas.


Proverbios: 14:26-27

En el  temor de Dios está la fuerte confianza y esperanza tendrán sus hijos. El temor de Dios es manantial de vida.

En el temor a Dios tenemos la confianza y seguridad de  que nuestra vida progresa en libertad y santidad. Nuestro Señor Jesucristo murió por nosotros, para liberarnos de la esclavitud del pecado y que pudiéramos vivir haciendo lo bueno agradando a Dios. Solo en Cristo podemos ser verdaderamente libres, Jesús dijo “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, (Juan 8.32). Por supuesto, la libertad de la que el Señor habló no consiste en hacer lo que cada uno quiere, puesto que la verdadera libertad sólo se alcanza cuando se desea y se puede hacer lo que agrada a Dios. Así pues, aunque parezca contradictorio, somos libres cuando nos sujetamos a Dios y a su Palabra.
"Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne" (Ga. 5:13). Los que viven en la carne creen que la libertad consiste en poder dar “rienda suelta a la carne” y hacer lo que les venga en gana.  Piensan que ser libres significa “acercarse al mundo lo más posible sin pecar”. Para ello elaboran unos argumentos muy bien razonados para justificar su conducta carnal,  tristemente sus conciencias y sus corazones se endurecen cada vez más a la sabiduría que viene de Dios, permaneciendo  derrotados y atados al pecado.       

Lamentablemente hay demasiados esclavos del pecado en el mundo, la  naturaleza pecadora del hombre no requiere de valor para hacer lo malo y así obtener los aplausos y la aprobación del mundo. En cambio, sí se necesita valentía y dominio propio para atreverse a vivir dignamente y mantener una conducta en santidad, caminando en contra de la corriente del mundo, pero con la aprobación y el agrado de Dios.

Tristemente hay personas  que asocian el concepto de santidad con legalismo puritano, religiosidad o fanatismo pernicioso, no tienen la sabiduría que viene de lo alto para entender los caminos deleitosos que nos brinda el andar en el temor de Dios y mantener la esperanza de recibir la preciosa promesa de la vida eterna.

Conclusión: El temor de Dios nos hace conscientes de nuestra propia pecaminosidad, y de la necesidad que tenemos de que haya cambios progresivos en nuestro corazón y en nuestra conducta, para agradar a Dios en nuestra forma de vivir.

Decídete a no entretenerte más con el pecado y agradece a Dios por la gracia que nos dio por medio de nuestro Señor Jesucristo, gracia por la cual podemos decir con toda seguridad: “el pecado ya  no se enseñoreará sobre mi”. (Romanos 6:14).


domingo, 22 de enero de 2017

El Amor de Dios para la Humanidad


Dios es el principio y el creador de todo cuanto existe. Cómo procedió Dios en la obra de la creación, es un misterio escondido para la ciencia y para la fe. Lo importante es aceptar que Dios actuó y sin su intervención, nada de lo que vemos existiría. Dios creó el mundo, el universo entero y nos creó a nosotros, por un acto libre de su voluntad.
Dios creó al hombre, con sus propias manos lo formó del polvo de la tierra.  “Y creó Dios al hombre a su imagen; a la imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó” (Génesis 1:27). No solo los creo sino que los bendijo y los puso en el huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase y le dio un mandato: “De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).

Lamentablemente el hombre desobedeció a Dios y desde ese mismo instante se separó de Él, haciendo que el pecado entrara al mundo y con ello la destitución del hombre de la gloria de Dios. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”,  (Romanos 3: 23).

Ante tal sentencia, Dios en su gran misericordia y por su gran amor con que nos ama, tuvo una respuesta para la humanidad, diseño un plan para la salvación de todos los hombres y con ello reconciliar al hombre con Él. Y todo lo hizo por amor.

Quieres conocer el amor de Dios?

El amor de Dios sobrepasa todo conocimiento humano, y es difícil para cualquiera de nosotros comprender cuán ancho, cuán largo, cuán alto y cuán profundo es el amor de Dios por cada uno de nosotros (Efesios 3:17-19).
Para entender el amor de Dios debemos conocerle a Él, conocer su carácter, su voluntad, su propósito y solo hay una manera de hacerlo y es conociendo su Palabra, donde Dios se revela a sí mismo. Empecemos en 1 de Juan 4:8: “...Dios es amor”.

Ahora bien, el amor es algo que se manifiesta con acciones y Dios lo ha manifestado  de la siguiente manera, veamos:

1.            Por amor nos dio a su único Hijo

Dios nos ama y por esta razón envió a su único Hijo a morir por nosotros, para que al creer en Él tengamos vida eterna. Dios decidió dar a su Hijo Jesucristo, en reconciliación por nuestros pecados. Si no lo hubiera hecho, tú y yo todavía no pudiéramos ser salvos. 
1 de Juan 4:9  dice: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.”

Juan 3: 16-17.  “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.”

Esa fue la acción a través de la cual demostró su amor. Dios pagó por ti y por mí un precio que es imposible de valuar, ¿por qué? Porque nos ama Todo lo hizo por amor a nosotros; aun sin merecerlo porque éramos pecadores e impíos. 

Romanos 5:6-8 “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”.

Efesios 2: 4-5-6 “Pero Dios que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecado, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con él nos resucitó…”.

Fue entonces, donde el amor de Dios se manifestó para ti y para mí. De acuerdo a estos pasajes, no fue porque nosotros amamos a Dios primero, que Él a su vez decidió amarnos y por esta razón pagar el precio que pagó; por el contrario, demostró su amor hacia nosotros aun siendo pecadores. Pagó con la sangre preciosa de su Hijo para que creyendo en Él seamos salvos. 

2. Por amor nos hizo sus hijos y nos dio su Espíritu Santo

Cuando por fe creemos en Jesucristo nos convertimos en hijos de Dios, y por su gran amor nos da su Espíritu Santo.
Gálatas 3: 26  “…todos sois hijos de Dios por la fe en Jesucristo”. 
 
1 juan 3:1  “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…”
Romanos 5:5  “….porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”

Gálatas 4:6:6  “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”.

Dios, por su gran amor, nos dio al Espíritu Santo. Si queremos probar que somos hijos de Dios, esa es la prueba. Del mismo modo que nuestros padres terrenales nos dieron la sangre que está en nuestros cuerpos y esa es la prueba de que somos sus hijos, de igual manera Dios, cuando creímos en Jesucristo, nos dio su Espíritu para que more en nosotros y nos guie y seamos sus hijos, tal como dice la palabra que está en Romanos 8:14 “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”.

 3. Por amor nos corrige y disciplina

Dios como padre amoroso que es corrige y disciplina a sus hijos.
Hebreos 12:5-6-7-8 “Hijo mío no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él. Porque el Señor al que ama disciplina y azota al que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina, porque si os deja sin disciplina entonces sois bastardos y no hijos”.
Dios disciplina y corrige  a sus hijos así como nuestros padres terrenales. Y ¿por qué lo hace? Porque nuestro Padre nos ama y  desea formar el carácter de Cristo en nosotros a fin de perfeccionarnos cada vez más en santidad y podamos disfrutar del fruto apacible de su justicia, trayendo a nuestras vidas su dulce presencia.

Conclusión: Hemos  visto cuanto nos ama Dios, nos ama porque es nuestro Padre Creador, Dios es la fuente infinita del amor, su amor va más allá de nuestro entendimiento. Su amor no se puede medir, no tiene límites, es infinito, no tiene fin, es eterno. Nos ha reconciliado con El por medio de su Hijo Jesucristo y solo por su gracia y gran misericordia. Dios quiere que estemos con él eternamente,  que permanezcamos en él para siempre. También desea que mientras estemos en esta vida terrenal podamos disfrutar de sus grandes bendiciones.
La pregunta es ¿Qué quiere Dios de nosotros?  Dios no necesita nada de nosotros. Lo que nos pide es que le amemos, que le hagamos reverencia, que le respetemos como nuestro Padre, quien nos ha amado y que pagó con la sangre de su único Hijo para que hoy seamos  también sus hijos. Nos dio su Espíritu Santo, nos salvó, nos perdonó,  nos justificó y nos glorificó. Dios desea que seamos agradecidos a Él con temor y reverencia, no que le temamos por miedo, porque él es un padre amoroso. Amemos a Dios por sobre todas las cosas. Dice su palabra que amamos a Dios cuando guardamos sus mandamientos  y si guardamos sus mandamientos permanecemos en Dios y El en nosotros. AMEN.

Dios les Bendiga.

Próximo estudio: Qué es el temor de Dios?