La obediencia a Dios. "El
que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama, y el que me ama
será amado por mi Padre, y yo le amare y me manifestare a él” (Juan
14:21).
¿Que
entendemos por obediencia a Dios?
La
obediencia a Dios es rendirnos a su voluntad, para ello es necesario que lo amemos
con un corazón puro y agradecido. Cuando amamos a Dios de esa manera deseamos
someter nuestra voluntad a la de él, no hay nada que queramos hacer si con ello
nos apartamos de su presencia, deseamos en todo tiempo agradarle, y nuestro
deleite es poder conocerle cada día más, solo conociendo su infinito amor y
bondad es que aprendemos amarle y a obedecerle.
Para
llegar a conocer al Padre debemos conocer a su Hijo Jesucristo, pues él
representa el único camino que el mismo Padre Celestial en su gran amor nos
proveyó para que podamos venir a él, por eso Jesús dijo: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida, nadie viene al Padre, sino por mi” (Juan 14:6).
Ahora
bien, para conocer a Jesucristo, primero debemos recibirlo en nuestras vidas,
aceptarlo y confesarlo como muestro Salvador, creer que Jesús vino al mundo a
darse así mismo por toda la humanidad y
darnos la salvación y vida eterna. Al creer en esta verdad, el amor de Cristo
entra en nuestra vida y comenzamos a andar en su luz, y ese amor nos lleva a
querer obedecerle en todo momento. Jesús dijo: "El que me ama, mi palabra
guardará”; “Si me amáis guardad mis mandamientos”. (Juan 14:15-23).
El
ser obediente y guardar los mandamientos
del Señor, implica que debemos dejar a un lado nuestros propios deseos y
someternos a la perfecta voluntad de Dios; conocemos la voluntad de Dios porque
esta revelada en su Palabra, allí están no solo los mandamientos que debemos
cumplir, sino que están las instrucciones acerca de la manera como él quiere
que andemos, el desea que caminemos dignamente, agradándole en nuestra manera
de vivir.
Algunos se
preguntaran si es posible que los seres humanos podamos vivir sometiendo
nuestra voluntad a Dios? La respuesta es sí podemos, pero solo por medio de
nuestro Señor Jesucristo. Jesús venció el pecado y ya
no tenemos que ser esclavos del pecado, al aceptar a Jesucristo como nuestro
Salvador dejamos de estar bajo la autoridad del pecado.
Ahora
Cristo vive en nosotros por medio del Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo
quien nos da el poder y el dominio propio para vencer toda tentación de pecado
que llega a nuestras vidas, él nos dará la victoria sobre todo pecado, como el
adulterio, fornicación, inmundicia sexual, homicidios, borracheras, idolatría,
hechicería, enemistades, pleitos, celos, ira, contiendas, y cosas semejantes a
estas.
En Cristo crucificamos todos nuestros deseos y
pasiones y comenzamos andar en el fruto del espíritu, que es amor, gozo, paz,
benignidad, paciencia, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Al estar llenos del
espíritu podemos someternos a la perfecta voluntad de Dios, llevando una vida
en obediencia a Él.
Conclusión
Obedecer a Dios es la mayor virtud que podemos desarrollar en nuestra vida, para ello debemos dejar a un lado el orgullo y la soberbia, renunciar a nuestros propios deseos y pasiones, y lo más importante amar a Dios con todo nuestro ser. Dios bendice a quienes lo obedecen.
Obedecer a Dios es la mayor virtud que podemos desarrollar en nuestra vida, para ello debemos dejar a un lado el orgullo y la soberbia, renunciar a nuestros propios deseos y pasiones, y lo más importante amar a Dios con todo nuestro ser. Dios bendice a quienes lo obedecen.