lunes, 20 de marzo de 2017

“EL PRINCIPIO DE LA SABIDURÍA ES EL TEMOR DE JEHOVA”. PROVERBIOS 1:7.





¿Qué es el temor de Dios?


El temor de Dios es una actitud de reverencia y respeto hacia Dios,
capacita al hombre para andar en sabiduría, y vivir en santidad, justicia y verdad, al  tomar conciencia de que Dios es nuestro Creador que nos ama con profundo amor y que su único deseo es otorgarnos la vida eterna. A partir de ese conocimiento el hombre solo desea apartarse del pecado y vivir para agradar a Dios en todo lo que haga.

El temor de Dios actúa positivamente sobre la conciencia del hombre, confrontándolo constantemente con sus decisiones y comportamientos. Sin el temor de Dios el hombre se desenfrena y termina cayendo en el pecado, lo cual le acarrea, irremediablemente, dolor, sufrimiento y pena. Pero cuando el hombre da lugar al temor de Dios en su vida, se sensibiliza para alejarse de situaciones, personas, deseos y prácticas pecaminosas, lo cual lo libera de los efectos perjudiciales que acarrea el pecado, al mantenerlo apartado de éste.


Veamos algunos versículos bíblicos del libro de Proverbios que nos hablan  acerca del temor de Dios.


 Proverbios: 8:13     

El temor de Dios es aborrecer el mal.  Dios desea producir en nuestros corazones un aborrecimiento profundo hacia el pecado y un amor por hacer lo bueno.

Dios aborrece el pecado, lo juzga y lo retribuye con justicia. Si tememos a Dios, aborrecemos el pecado. Nuestro amor y respeto por Dios nos hace aborrecer lo que el aborrece. Esta conducta no es producto de una religiosidad neurótica, o fanatismo pernicioso,  ni tampoco es reflejo de nuestra cultura. Nace de estar tan cerca de Dios, tan sintonizado con su carácter, que amamos lo que él ama y detestamos lo que él detesta. Si no sentimos verdadero temor hacia Dios, no tendremos convicción de pecado y terminaremos siendo indiferentes e insensibles al mal, cauterizando nuestra conciencia ante el pecado, enturbiando el sentido moral del bien o del mal.


Proverbios: 9:10        

El temor de Dios es sabiduría. La sabiduría nos llevará a ser precavidos y evitar meternos en situaciones que puedan inducirnos a pecar. El temor a Dios implica reconocer la grandeza, soberanía, señorío, autoridad y poder que él tiene. Hasta que comprendamos quien es Dios y desarrollemos un temor reverencial hacia él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría, la cual sólo procede del entendimiento y conocimiento de quién es Dios. Una vez que conocemos a Dios, desarrollamos el temor a vivir fuera de su cobertura, temor a vivir fuera de su voluntad, temor a defraudarle si le desobedecemos, es un temor que nos permite acercarnos cada vez más a él, reconociendo y aceptando su señorío y autoridad en nuestras vidas.


Proverbios: 14:26-27

En el  temor de Dios está la fuerte confianza y esperanza tendrán sus hijos. El temor de Dios es manantial de vida.

En el temor a Dios tenemos la confianza y seguridad de  que nuestra vida progresa en libertad y santidad. Nuestro Señor Jesucristo murió por nosotros, para liberarnos de la esclavitud del pecado y que pudiéramos vivir haciendo lo bueno agradando a Dios. Solo en Cristo podemos ser verdaderamente libres, Jesús dijo “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, (Juan 8.32). Por supuesto, la libertad de la que el Señor habló no consiste en hacer lo que cada uno quiere, puesto que la verdadera libertad sólo se alcanza cuando se desea y se puede hacer lo que agrada a Dios. Así pues, aunque parezca contradictorio, somos libres cuando nos sujetamos a Dios y a su Palabra.
"Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne" (Ga. 5:13). Los que viven en la carne creen que la libertad consiste en poder dar “rienda suelta a la carne” y hacer lo que les venga en gana.  Piensan que ser libres significa “acercarse al mundo lo más posible sin pecar”. Para ello elaboran unos argumentos muy bien razonados para justificar su conducta carnal,  tristemente sus conciencias y sus corazones se endurecen cada vez más a la sabiduría que viene de Dios, permaneciendo  derrotados y atados al pecado.       

Lamentablemente hay demasiados esclavos del pecado en el mundo, la  naturaleza pecadora del hombre no requiere de valor para hacer lo malo y así obtener los aplausos y la aprobación del mundo. En cambio, sí se necesita valentía y dominio propio para atreverse a vivir dignamente y mantener una conducta en santidad, caminando en contra de la corriente del mundo, pero con la aprobación y el agrado de Dios.

Tristemente hay personas  que asocian el concepto de santidad con legalismo puritano, religiosidad o fanatismo pernicioso, no tienen la sabiduría que viene de lo alto para entender los caminos deleitosos que nos brinda el andar en el temor de Dios y mantener la esperanza de recibir la preciosa promesa de la vida eterna.

Conclusión: El temor de Dios nos hace conscientes de nuestra propia pecaminosidad, y de la necesidad que tenemos de que haya cambios progresivos en nuestro corazón y en nuestra conducta, para agradar a Dios en nuestra forma de vivir.

Decídete a no entretenerte más con el pecado y agradece a Dios por la gracia que nos dio por medio de nuestro Señor Jesucristo, gracia por la cual podemos decir con toda seguridad: “el pecado ya  no se enseñoreará sobre mi”. (Romanos 6:14).