¿Qué es el temor de Dios?
El temor de Dios es una actitud de reverencia y respeto hacia Dios, capacita al hombre para andar en sabiduría, y vivir en santidad, justicia y verdad, al tomar conciencia de que Dios es nuestro Creador que nos ama con profundo amor y que su único deseo es otorgarnos la vida eterna. A partir de ese conocimiento el hombre solo desea apartarse del pecado y vivir para agradar a Dios en todo lo que haga.
El
temor de Dios actúa positivamente sobre la conciencia del hombre,
confrontándolo constantemente con sus decisiones y comportamientos. Sin el
temor de Dios el hombre se desenfrena y termina cayendo en el pecado, lo cual
le acarrea, irremediablemente, dolor, sufrimiento y pena. Pero cuando el hombre
da lugar al temor de Dios en su vida, se sensibiliza para alejarse de
situaciones, personas, deseos y prácticas pecaminosas, lo cual lo libera de los
efectos perjudiciales que acarrea el pecado, al mantenerlo apartado de éste.
Veamos
algunos versículos bíblicos del libro de Proverbios que nos hablan acerca del temor de Dios.
Proverbios: 8:13
El temor de Dios es aborrecer el mal. Dios desea producir en nuestros corazones un aborrecimiento profundo hacia el pecado y un amor por hacer lo bueno.
El temor de Dios es aborrecer el mal. Dios desea producir en nuestros corazones un aborrecimiento profundo hacia el pecado y un amor por hacer lo bueno.
Dios
aborrece el pecado, lo juzga y lo retribuye con justicia. Si tememos a Dios, aborrecemos
el pecado. Nuestro amor y respeto por Dios nos hace aborrecer lo que el
aborrece. Esta conducta no es producto de una religiosidad neurótica, o
fanatismo pernicioso, ni tampoco es
reflejo de nuestra cultura. Nace de estar tan cerca de Dios, tan sintonizado
con su carácter, que amamos lo que él ama y detestamos lo que él detesta. Si no
sentimos verdadero temor hacia Dios, no tendremos convicción de pecado y
terminaremos siendo indiferentes e insensibles al mal, cauterizando nuestra
conciencia ante el pecado, enturbiando el sentido moral del bien o del mal.
Proverbios: 9:10
El temor de Dios es sabiduría. La sabiduría nos llevará a ser precavidos y evitar meternos en situaciones que puedan inducirnos a pecar. El temor a Dios implica reconocer la grandeza, soberanía, señorío, autoridad y poder que él tiene. Hasta que comprendamos quien es Dios y desarrollemos un temor reverencial hacia él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría, la cual sólo procede del entendimiento y conocimiento de quién es Dios. Una vez que conocemos a Dios, desarrollamos el temor a vivir fuera de su cobertura, temor a vivir fuera de su voluntad, temor a defraudarle si le desobedecemos, es un temor que nos permite acercarnos cada vez más a él, reconociendo y aceptando su señorío y autoridad en nuestras vidas.
El temor de Dios es sabiduría. La sabiduría nos llevará a ser precavidos y evitar meternos en situaciones que puedan inducirnos a pecar. El temor a Dios implica reconocer la grandeza, soberanía, señorío, autoridad y poder que él tiene. Hasta que comprendamos quien es Dios y desarrollemos un temor reverencial hacia él, no podremos adquirir la verdadera sabiduría, la cual sólo procede del entendimiento y conocimiento de quién es Dios. Una vez que conocemos a Dios, desarrollamos el temor a vivir fuera de su cobertura, temor a vivir fuera de su voluntad, temor a defraudarle si le desobedecemos, es un temor que nos permite acercarnos cada vez más a él, reconociendo y aceptando su señorío y autoridad en nuestras vidas.
Proverbios: 14:26-27
En el temor de Dios está la fuerte confianza y esperanza tendrán sus hijos. El temor de Dios es manantial de vida.
En
el temor a Dios tenemos la confianza y seguridad de que nuestra vida progresa en libertad y
santidad. Nuestro Señor Jesucristo
murió por nosotros, para liberarnos de la esclavitud del pecado y que
pudiéramos vivir haciendo lo bueno agradando a Dios. Solo en Cristo podemos ser
verdaderamente libres, Jesús dijo “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres”, (Juan 8.32). Por supuesto, la libertad de la que
el Señor habló no consiste en hacer lo que cada uno quiere, puesto que la
verdadera libertad sólo se alcanza cuando se desea y se puede hacer lo que
agrada a Dios. Así pues, aunque parezca contradictorio, somos libres cuando nos
sujetamos a Dios y a su Palabra.
"Porque vosotros, hermanos, a
libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión
para la carne" (Ga. 5:13). Los
que viven en la carne creen que la libertad consiste en poder dar “rienda
suelta a la carne” y hacer lo que les venga en gana. Piensan que ser libres significa “acercarse al
mundo lo más posible sin pecar”. Para ello elaboran unos argumentos muy bien
razonados para justificar su conducta carnal, tristemente sus conciencias
y sus corazones se endurecen cada vez más a la sabiduría que viene de Dios,
permaneciendo derrotados y atados al pecado.
Lamentablemente hay demasiados esclavos del pecado en el mundo, la naturaleza pecadora del hombre no requiere de
valor para hacer lo malo y así obtener los aplausos y la aprobación del mundo.
En cambio, sí se necesita valentía y dominio propio para atreverse a vivir
dignamente y mantener una conducta en santidad, caminando en contra de la
corriente del mundo, pero con la aprobación y el agrado de Dios.
Tristemente hay
personas que asocian el concepto de santidad con legalismo puritano,
religiosidad o fanatismo pernicioso, no tienen la sabiduría que viene de lo
alto para entender los caminos deleitosos que nos brinda el andar en el temor
de Dios y mantener la esperanza de recibir la preciosa promesa de la vida
eterna.
Conclusión: El
temor de Dios nos hace conscientes de nuestra propia pecaminosidad, y de la
necesidad que tenemos de que haya cambios progresivos en nuestro corazón y en nuestra
conducta, para agradar a Dios en nuestra forma de vivir.
Decídete
a no entretenerte más con el pecado y agradece a Dios por la gracia que nos dio
por medio de nuestro Señor Jesucristo, gracia por la cual podemos decir con
toda seguridad: “el pecado ya no se enseñoreará sobre mi”. (Romanos
6:14).